El mes de mayo pasado me tomé vacaciones del trabajo junto a Karen ❤️. Después de mirar opciones en Promos Aéreas AR[1], fijamos nuestro destino a Tōkyō, Japón, y Honolulu, Hawaiʻi. Con 7 días para conocer un país tan grande como Japón, nuestra visita se veía bastante movida (y lo fue).
Dado que nos moveríamos bastante, el Japan Rail Pass[2] fue uno de nuestros grandes aliados. El pase permite abordar casi cualquier tren del sistema de ferrocarriles de JR durante determinada cantidad de días. Esto incluye los famosos trenes bala o shinkansen 🚅. Aunque no se incluye el metro dentro del pase, las líneas de JR tienen bastante buena cobertura en ciudades grandes.
Gracias a la posibilidad de moverse en shinkansen, decidimos fijar nuestra base de operaciones en Tōkyō y viajar a otras ciudades por el día.
Ikebukuro
Nuestro alojamiento quedaba cerca de la estación Ikebukuro[3], pero como al llegar debíamos esperar para poder hacer check-in, dejamos nuestras maletas en un coin locker y fuimos a conocer los alrededores de la estación. Así, llegamos al centro comercial Sunshine City[4]. Sin embargo, entre comer y algunas comprar pequeñas, no alcanzamos a recorrer las tiendas más grandes, las que dejamos para el día siguiente.
Hablando de comida, me gustó mucho el sistema de los restoranes. Al llegar a un lugar a comer, te reciben con un vaso de agua. Al hacer tu pedido, te traen el recibo con éste, de modo que no hay que esperar mil años a que te traigan la cuenta al final. Y la guinda de la torta es que no existe la propina[5].
El camino al alojamiento lo hicimos a pie. En este tramo nos empezó a parecer raro que no vimos que las calles tuvieran nombre. A la vuelta del viaje, aprendí que el sistema de direcciones japonés se basa en subdivisiones[6]. Por suerte, eso no da demasiado problema si se siguen las rutas dadas por algún sistema de GPS. En nuestro caso, fue una combinación de Google Maps[7] y OpenStreetMap[8].
Al día siguiente, volvimos a las tiendas que nos faltó visitar en Sunshine City. Entre ellas destaca el Pokémon Center Mega Tokyo, el paraíso del Poké fanático. Tras abastecernos de mercadería de Pokémon, visitamos otras tiendas con artículos de otras franquicias. Así es como terminamos con artículos de primera necesidad, como posa palillos de Doraemon.
Akihabara
Una vez terminada nuestra visita a Shining City, nos dirigimos a uno de los barrios icónicos de Tōkyō: Akihabara[9]. Al salir de la estación, nos recibieron las clásicas tiendas de regalos para turistas. Cruzando la calle y siguiendo el llamado de los carteles de Sega, llegamos a los locales de juegos. En el primer piso de están llenos de variantes de máquinas de peluches, solo que además de peluches, abundan las figuras u otros coleccionables de personajes de animé o videojuegos. Subiendo de piso se encuentran los juegos de ritmo, con juegos de baile más sofisticados que los DDR y otros que ni nos atrevimos a probar, ya que la experticia de los jugadores locales nos intimidó. El que sí probamos fue el Taiko no Tatsujin[10], juego con forma del tambor tradicional japonés taiko. Sin embargo, solo jugamos una ronda, pues solo andábamos con una moneda de ¥100. En los últimos pisos encontramos unos juegos que parecían ser una mezcla MMORPG y juegos de estrategia, pero quizás eran demasiado avanzados para mi pequeña mente occidental.
Además de los arcades, hay muchas tiendas de juguetes, figuras, videojuegos y manga, por lo que es el lugar perfecto para perderse semanas si se es coleccionista de alguno de estos. Cuando finalmente llegó la hora de comer algo, entramos a un local aleatorio. Como soy vegetariano, le pregunté a la mesera si había carta en inglés o alguno de los platos era vegetariano, pero ambas cosas tuvieron respuesta negativa. Sin embargo, me cambió el plato principal de una de las opciones del menú por un salteado de verduras. No todos los héroes llevan capa.
Tōkyō Tower
Luego del recorrido por Akihabara, fuimos a otra de las atracciones típicas de Tōkyō: la Tōkyō Tower 🗼[11]. La torre cuenta con dos miradores, uno en la mitad de la torre (a 150 metros de altura) y un mirador más pequeño en la cima (a 250 metros de altura). Debido a la hora que llegamos, las entradas para el segundo estaban agotadas, por lo que solo pudimos acceder al primero. Aún así, la vista de la ciudad desde esa altura es impresionante.
Debido a las largas caminatas de ese día, decidimos tomar un taxi desde la torre hasta la estación de tren, donde comprobamos de primera fuente los altos precios de los taxis en Tōkyō.
Parque de Ueno
Al día siguiente, partimos nuestro recorrido visitando el zoológico de Ueno[12]. Dentro de este, la principal atracción son los pandas. Es posible ver al macho, Ri Ri, durante todo el día. Sin embargo, para ver a la hembra, Shin Shin, junto a la cría, Xiang Xiang, se debe llegar temprano para obtener los tickets que se reparten dentro del mismo zoológico.
La gran variedad de especies que alberga el zoológico se distribuye en dos sectores conectados por un monoriel. En el sector este, se encuentra una Pagoda de 5 pisos que data del período Edo[13]. Personalmente, me sorprendió la gran variedad de aves en el zoológico, incluso teniendo cóndores, ave típica de mis tierras[14]. También destaco el vivario, en donde la inmovilidad de las ranas se contradecía un poco con su nombre, pero me dio todo el tiempo del mundo para tomarles fotos.
Finalizada nuestra visita al zoológico, nos dirigimos al templo budista del parque. Al llegar al templo, nos encontramos con un símbolo bastante familiar: la trifuerza[15]. Tiempo después averigüé que en verdad es la insignia del clan Hōjō[16], uno de los principales propulsores del budismo zen[17] en Japón.
Shibuya
Para finalizar el día, fuimos a otro de los barrios famosos de Tōkyō: Shibuya[18]. A la salida de la estación de trenes se encuentran la estatua de Hachikō[19] y uno de los cruces peatonales más concurridos del mundo.
Luego de cruzar la calle desde la estación, nos dirigimos a un standing sushi bar. En éste, le pides directamente al chef las piezas de sushi, las que se sirven de a pares. Tras probar un par de variedades, terminamos tomando bubble tea en un Don Quijote[20] cercano.
Fushimi Inari
Tras un par de días usando los trenes normales, llegó la hora de usar los trenes bala (shinkansen). Así, bajo una velocidad máxima de 270 km/h, partimos rumbo a la vieja capital, Kyōto[21]. Una cosa que nos llamó la atención es que los asientos de los trenes se pueden dar vuelta, por lo que es posible formar grupos de cuatro asientos si se viaja en multitud. Sin embargo, al viajar de a dos, no pudimos aprovechar esa tecnología.
En contraste con la metrópolis moderna que es Tōkyo, acá destaca la historia, encontrándose en esta región de Japón muchas construcciones patrimoniales.
Nuestro primer destino sería el santuario sintoísta Fushimi Inari[22]. El santuario se encuentra literalmente a la salida de la estación de tren Inari y es famoso por su infinidad de arcos tradicionales japoneses o torii ⛩️.
Al llegar al santuario, nos encontramos muchos turistas japoneses. De ellos, los más numerosos eran los grupos de escolares, seguidos por las personas vestidas en kimono. Más tarde me encontraría con los anuncios de arriendo de kimono, por lo que parece ser bastante popular el ir vestido así para tomarse fotos.
Tras la visita, aprovechamos de comprar algunos recuerdos (yo compré una máscara de kitsune[23]) y comida tradicional, como mochi[24], un dulce a base de arroz, o takoyaki[25], bolitas de pulpo y harina.
Uji
Para terminar el día, fuimos a Uji[26], ciudad conocida por su té verde. Uji también variedad de templos, tanto budistas como sintoístas. Sin embargo, los templos cierran sus puertas relativamente temprano, por lo que no alcanzamos a visitarlos. Aún así, esta ciudad es perfecta para un paseo a pie. Además de sus calles pequeñas y casas bonitas, tenemos el río Uji y su islote con una pagoda de 13 pisos y el parque Daikichiyama Fuchi, el cual tras una pequeña caminata nos lleva a un mirador desde el que se ve casi toda la ciudad.
Y así, con el verde de Uji, cerramos esta primera parte de este viaje.
No me gusta la propina porque termina siendo una excusa para que el empleador no pague sueldos dignos. ↩