Bienvenidos a la segunda parte de mi recorrido por Japón junto a Karen ❤️. Sin más preámbulos, vamos al ataque.
Ōsaka
Aunque nuestra única referencia era su aparición en la tercera película de Detective Conan, nuestro siguiente destino fue el Castillo de Ōsaka 🏯[1]. Ubicado en medio de un vasto parque, el castillo alberga un museo y un mirador en su último piso. Entre las exposiciones, desataca la dedicada a Toyotomi Hideyoshi [2], personaje de gran importancia en la historia japonesa. Otra exposición que me llamó la atención fue el diorama del Sitio de Ōsaka[3]. En el último piso del castillo hay un mirador, el que tiene infografías que destacan las construcciones importantes que se pueden ver desde este.
Al salir del Castillo, recorrimos un poco los alrededores de este. Así, terminamos en un jardín con una vista maravillosa, pero como todos se sacaban selfies allí, tuvimos que esperar un rato a que se despejara para poder capturar aquella vista.
Tras nuestro paso por Ōsaka, intentamos aprovechar de visitar alguna atracción interesante en nuestra vuelta a Kyōto. Así, decidimos bajarnos en la estación de Uzumasa para visitar el Toei Studio Kyoto Park. Sin embargo, calculamos mal la hora y llegamos cuando estaban cerrando. En el camino de vuelta a la estación, compramos dango 🍡, un dulce tradicional japonés hecho en base de harina de arroz, en una pequeña tienda.
Una vez de vuelta en Kyōto, pedimos los ticket de tren más tardíos con destino a Hiroshima, para luego pasar a comer cerca de la estación. Seguimos la recomendación que me habían hecho antes del viaje y fuimos al Donguri de la Estación de Kyōto. A nosotros nos tocó sentarnos en una habitación privada, donde haces tu pedido en una tablet y al poco rato llega el mesero con tu pedido.
Como todavía debíamos esperar por nuestro tren, recorrimos un poco los alrededores de la estación. Así, pudimos tomar algunas fotos nocturnas del templo budista Higashihonganji.
Hiroshima
Al llegar a Hiroshima, ya era muy tarde para que estuviera funcionando el metro y la otra alternativa que sugería Google Maps eran los buses, pero no nos atrevimos a tomarlos, por lo que simplemente caminamos hasta nuestro alojamiento. Al llegar a éste, nos recibió un departamento bastante minimalista, pero no por ello menos acogedor.
Al día siguiente partimos nuestro camino al Museo Memorial de la Paz. En el camino, encontramos múltiples placas conmemorativas, que relataban cómo era la ciudad antes de la bomba atómica. Justo al frente del Parque Memorial, están ubicadas las Puertas de la Paz[4], las que tienen escritas el mensaje de Paz en 49 idiomas.
El museo en sí consta de exposiciones que relatan lo cruel de las guerras y de lo inhumano de las armas nucleares, en específico las bombas arrojadas en Hiroshima y Nagasaki. Sin haber estado antes en un museo memorial, debo decir que la experiencia es bastante fuerte.
Una vez terminada nuestra visita al parque, pasamos por el Domo Atómico[5], construcción ubicada muy cerca del hipocentro de la explosión y que nos recuerda el poder destructivo del armamento nuclear y de la especie humana.
Como ahora sí andábamos de día, pudimos movernos en el medio de transporte principal de Hiroshima, los tranvías. Así, partimos a la que es una de las paradas obligadas en Hiroshima: la isla de Miyajima.
Miyajima
Miyajima [6] es famosa tanto por su variedad de templos como por su fauna. Tanto ciervos como monos pasean libremente por la isla, aunque no divisamos a estos últimos. Para llegar a la isla, tomamos el ferry operado por JR West, el que también está cubierto por el Rail Pass.
Al acercarse a la isla, nos recibe la vista del templo Itsukushima con su puerta torii ⛩️ en medio del mar. Una vez en tierra firme, no hay que caminar mucho para empezar a toparse con los ciervos de la isla. Aunque éstos están protegidos, lo que implica no alimentarlos y respetar su espacio, algunos ciervos se acercan bastante a la gente, cuales perros callejeros.
Nuestro primer destino en la isla fue el templo sintoísta de Itsukushima. Aunque es famoso por su puerta en medio del mar, el templo en sí no se queda atrás. Fue en este templo que notamos un patrón que se repite en los templos japoneses: hay dos estatuas de leones haciendo guardia del templo, el de la derecha con la boca abierta y el de la izquierda con la boca cerrada. Investigando después del viaje, aprendí que representan la primera (a) y última letra (um) del alfabeto sánscrito[7], formando así la sílaba aum (u om), la que forma parte de los mantras de diversas religiones orientales, como el budismo y el hinduismo.
Tras la visita al templo, nos dirigimos a subir el teleférico del monte Misen[8]. En el camino, nos encontramos con los carruajes propulsados por personas. Todavía no entiendo a la gente que contrata esos servicios, pero ya nada me extraña sobre la falta de empatía de la gente.
Una vez que llegamos a la última estación del teleférico, tuvimos que esperar un rato antes de salir a caminar, puesto que estaba lloviendo. Desde la estación del teleférico hasta la cima del monte hay que hacer un sendero de aproximadamente 1Km. Aunque no llegamos a la cima, nuestra caminata terminó en el Hall Reikado[9], el que alberga la llama supuestamente encendida por el monje Kōbō Daishi[10] hace 1200 años. Esta misma llama se usó para encender la llama de la paz en Hiroshima.
Al momento de volver, se largó a llover a cántaros. Como no andábamos con paraguas, tuvimos que comprar uno a un no módico precio en una tienda de recuerdos. La lluvia nos acompañó amablemente hasta que llegamos a la estación de tren.
Shinjuku
Ya de vuelta en Tōkyō, fuimos a Shinjuku[11] a visitar algunas tiendas. Nuestra primera tienda a visitar fue Map Camera. Esta tienda de fotografía tiene una gran variedad de cámaras y lentes, en especial usados. Las vitrinas estaban hermosamente organizadas, aunque finalmente no compramos nada.
Aunque no recuerdo el nombre de la segunda tienda que visitamos, sí recuerdo que nos paseamos varias veces por la sección de línea blanca, preguntándonos si nos cabía en la maleta una tapa de WC japonesa. Hasta hoy lamentamos no habernos traído una.
Camino a nuestra última parada consumista, nos encontramos a unos músicos callejeros presentando. Para nuestras últimas comprar pasamos a un Don Quijote, donde por fin compré los KitKat de matcha[12] que me habían encargado.
Shinjuku Gyoen
Nuestro último paseo por Japón lo hicimos en el Jardín Nacional Shinjuku Gyoen[13]. Como fuimos un día domingo, la fila para entrar era bastante numerosa, pero aún así fue expedita. El jardín es muy extenso, por lo que nuestra visita de medio día no alcanzó para recorrerlo detenidamente, pero sí fue suficiente para tener un buen resumen.
Las lagunas del parque están habitadas por tortugas y carpas. A la orilla de una de las lagunas, noté que había un niño dibujando las carpas, pero se detuvo cuando se percató que estábamos cerca.
Otra cosa que me llamó la atención, fueron algunos de los arbustos que estaban completamente cubiertos en telarañas, lo que supongo que era por la estación del año. Tampoco podían faltar los clásicos cuervos. Del par que vi, el último incluso estaba robando comida.
Así, tras nuestra visita al jardín nos tocó despedirnos de Japón, para viajar hacia el pasado en nuestro viaje a Hawaiʻi: partimos un domingo en la noche y llegamos el domingo en la mañana. Sin embargo, esa es historia para otra ocasión.