Para escapar de la calurosa navidad[1] que atacó a Santiago el año pasado, nos arrancamos una semana al sur con Karen ❤️. El plan era llegar a Chiloé desde Puerto Montt para después cruzar nuevamente al continente a la altura de Chaitén y luego seguir el recorrido hasta Coyhaique.
Día 0: De Puerto Montt a Castro
Una vez llegando a Puerto Montt[2], tomamos un tránsfer desde el aeropuerto hasta el terminal de buses. Aunque había escuchado malos comentarios de Puerto Montt, supuse que eran exageraciones hasta que vi un letrero de la Municipalidad escrito con Comic Sans.
Desde el terminal tomamos un bus hasta Castro[3], la ciudad más grande de la isla de Chiloé[4]. El bus hace el cruce el canal de Chacao[5] sobre un transbordador, pero solo tengo vagos recuerdos de eso, pues la mayoría de ese viaje lo pasé durmiendo. Después de llegar a Castro y encontrar alojamiento, salimos a recorrer y a buscar donde almorzar. En el local al que entramos no parecía haber opciones vegetarianas en la carta, así que pedí ensalada y papas fritas, pero otra mesera al ver mi orden le dijo a la mesera que nos atendió que tenían lasaña de verduras.
Día 1: Muelle de las Almas y Parque Cucao
Al día siguiente partimos nuestro rumbo hacia el Muelle de las Almas[6]. El viaje desde Castro hasta el muelle se hace en dos tramos, el primer en bus hasta la entrada por Cucao del Parque Nacional Chiloé[7] y la segunda en un furgón hasta el muelle. Como el conductor del furgón quiso esperar por más pasajeros, tuvimos tiempo para hacer una primera visita expresa al Parque. En el poco tiempo que teníamos, llegamos hasta un mirador de madera en el cual habían dos lagartijas tomando el sol de la mañana.
El Muelle de las Almas es una obra construida por el artista chileno Marcelo Orellana Rivera que rescata la leyenda Huilliche de las ánimas de Cucao. Para cruzar al más allá, las almas errantes deben suplicar ¡balseo! al Tempilcahue para que las transporte[8]. Para llegar al muelle en sí, hay que recorrer un sendero de dos kilómetros desde el estacionamiento.
En el camino de vuelta desde el muelle, vimos a un grupo de personas detenidas observando una saltamontes, al que yo también esperé mi turno de fotografiar.
Ahora con más tiempo para recorrer el Parque Nacional Chiloé, pasamos por el sendero El Tepual. Los tepúes[9] son árboles nativos de las zonas australes de Chile y Argentina y suelen formar bosques llamados tepuales, en los que sus troncos crecen entrelazados y se forma un suelo falso de musgo y enredaderas.
También hicimos algunos de los senderos cortos que están al principio del parque, como el sendero Los Quiles, desde el cuál fotografié el Lago Cucao.
Al finalizar nuestra visita al parque nos dimos cuenta que ya habían cerrado la puerta principal, por lo que tuvimos que salir pasando por los espacios de la cerca. Mientras esperábamos el bus de vuelta a Castro, aproveché de observar las aves que se posaban fuera del parque.
Día 2: Dalcahue, Curaco de Vélez y Achao
Partimos el día con curso a Dalcahue[10], que en mapudungún significa lugar de dalcas[11]. Tras visitar el mercado artesanal, terminamos en la tienda/cafetería del colectivo DecoCalen[12].
Antes de seguir nuestra ruta fuimos a hacer una visita a la Iglesia Nuestra Señora de los Dolores de Dalcahue. La ropa de las figuras de la Virgen estaban tejidas en lana, lo que muestra la capacidad del catolicismo de fusionar su iconografía con las costumbres locales.
Decidimos seguir hacia la isla de Quinchao, por lo que fuimos en bus hasta Curaco de Vélez[13]. Al llegar, un vendedor de una tienda de artesanías nos contó que el pueblo estaba de luto por el funeral de una señora importante en la comunidad, por lo que no esperáramos mucha actividad.
Curaco de Vélez es un centro importante de observación de aves, pues el humedal de Curaco de Vélez alberga gran variedad de aves residentes y migratorias. Aquí vimos queltehues, gaviotas cahuil, golondrinas y un colegial.
Para finalizar nuestro recorrido por la isla de Quinchao, fuimos a Achao[14]. Su arquitectura destaca por la variedad de las tejuelas que revisten las construcciones, de las que destacan la Iglesia Santa María de Loreto, construida en el siglo XVIII. Dada la antigüedad de la iglesia, estaba prohibido el uso de flash en su interior, para evitar el daño acumulativo en la pintura.
Antes de despedirnos de Achao, fuimos al mirador Alto La Paloma, el que ofrece una vista completa de la ciudad.
Día 3: A tomar el ferry a Quellón
Como debíamos estar a las 18:30 en Quellón[15] para abordar el ferry hacia Chaitén, era hora de despedirnos de Castro y tomar un bus hacia el sur. Una vez en Quellón, buscamos donde almorzar y nos dimos algunas vueltas por la feria artesanal instalada en la Plaza de Quellón.
El ferry finalmente salió con retraso, pero volvimos vivos al continente para continuar con nuestro viaje.
Día 4: Chaitén y Futaleufú
En Chaitén[16] nuestra misión era averiguar sobre los buses a Futaleufú[17]. Una vez conseguimos la información, nos dedicamos a recorrer Chaitén en el tiempo que nos quedaba. Una cosa que me llamó la atención fue que los cerros estaban tan cerca de la ciudad que parecían venirse encima.
Al llegar a Futaleufú, pasamos a preguntar a una agencia de turismo por rafting para el día siguiente, pero ya estaban agotados los cupos. Sin embargo, al caminar una cuadra, encontramos a alguien de otra agencia[18] guardando balsas, y al preguntarle nos llevó a la oficina para reservar nuestros cupos.
En la oficina preguntamos por donde podíamos alojar y terminamos en el camping Los Coihues, acampando al lado del Río Espolón.
Día 5: Rafting en Futaleufú
Antes de partir al rafting, tuvimos tiempo para una caminata hasta el mirador de la Torre de Agua, que da una vita completa de Futaleufú. Antes de llegar al sendero que lleva al mirador pasamos por el lado de la Laguna Espejo.
Parte del sendero incluía subir unas escaleras que parecían nunca terminar, pero la vista definitivamente las hacía valer. Mientras descansábamos antes de volver al pueblo para nuestra siguiente aventura, apareció un Fio-fio en un árbol cercano, pero solo alcancé a tomarle una foto.
Los rápidos del río Futaleufú que se suelen recorrer tienen clasificación III (Intermedio) o IV (difícil), pero nuestro recorrido incluía rápidos de clase V (experto)[19]. Sin embargo, los guías no escatimaron en medidas de seguridad, y en todo momento nos acompañaban guías en catamaranes de seguridad en caso que alguien caiga al agua. Gracias al carisma del guía de nuestra balsa y a la instrucción de que remáramos como si nuestra vida dependiera de ello en los rápidos más difíciles, nuestro descenso por el río Futaleufú fue inolvidable y salió sin ningún inconveniente.
Para finalizar el día, nos dieron colación para reponernos de esta extenuante, pero emocionante aventura.
Día 6: Puyuhuapi
Para seguir nuestro viaje al sur tuvimos que volver a Chaitén, desde donde tomamos un bus hasta Puyuhuapi[20], que está a medio camino hacia Coyhaique.
En Puyuhuapi nos alojamos en el Supermercado y Hostal Valentina. Para aprovechar los que nos quedaba de día, salimos a pasear y a ver qué podíamos averiguar sobre transporte al Parque Queulat[21], pero no encontramos gente con cupos para el día siguiente. Además aprovechamos de comprar mermelada de ruibarbo.
Día 7: Parque Nacional Queulat
Tras buscar infructuosamente un sendero cercano a Puyuhuapi que nos habían recomendado, empezamos a caminar por la Carretera Austral rumbo al sur, con esperanzas que alguien nos acercara al Parque Queulat. Grande fue nuestra suerte cuando una pareja que también iba al parque nos recogió.
Por recomendación del guardaparques, tomamos un sendero nuevo, para el cual nos recomendó usar bastones por las condiciones de barro. Lamentablemente, solo se podía llegar al mirador que está a la mitad del sendero, pues la segunda parte, que lleva a una cascada, se encontraba en reparaciones. Sin embargo, el mirador daba una muy buena vista al Ventisquero Colgante.
En la bajada del sendero, nos encontramos con un Chucao[22] que llevaba el pico lleno de gusanos, pero se movió demasiado rápido para sacarle una foto. También alcanzamos a caminar hasta la Laguna Témpanos, pero ya se habían acabado los tours en bote.
Para llegar a la laguna hay que cruzar el Río Ventisquero mediante un puente colgante. A la vuelta había mucha gente sacándose fotos en el puente, pero yo quería sacarle una foto al río. Para no hacer esperar al resto, preparé mi cámara para capturar la toma que quería al primer intento.
En el estacionamiento nos volvimos a encontrar con la pareja que nos trajo al parque y nos ofrecieron llevarnos de vuelta a Puyuhuapi ❤️.
Día 8: Coyhaique
En nuestro recorrido por Coyhaique[23], paseamos por el parque del Río Simpson y fuimos a ver la Piedra del Indio. En el camino, se nos sumaron dos perros que nos acompañaron como por 2 kilómetros.
También recorrimos la plaza pentagonal en el centro de Coyhaique, entre otras cosas buscando qué hacer al día siguiente. Ir a Cerro Castillo[24] tomaba fuerza como la opción ganadora, pero no encontrábamos forma de ir solo por el día, aún después de consultar en la oficina de turismo, hasta que consultamos por Whatsapp a un número que encontramos en un cartel en la calle y nos confirmó el viaje.
Día 9: Cerro Castillo
Justo antes de salir en la mañana, nos dimos cuenta que dejé la llave detro de nuestra habitación, lo que sumado al hecho de que en el hostal no manejaban copias de las llaves hizo que cundiera un poco el pánico. Para suerte nuestra, dejamos la ventana de la habitación abierta, por lo que los dueños del hostal pudieron recuperar la llave.
El transporte que nos llevó a Cerro Castillo hace tours a la Laguna San Rafael, pero como el Cerro queda de camino, aprovechó de llevarnos. En el camino, nos contó sobre los microclimas que se forman en el sector del cerro y paró en dos lugares para que sacáramos fotos: la Laguna Chiguay y el Mirador de la Cuesta del Diablo.
Además, el transporte incluía desayuno, así que aproveché de comer pan de pascua. Una vez en Villa Cerro Castillo, partimos nuestra caminata.
El sendero más corto parte en un terreno privado, pero se encontraba cerrada la caseta que cobraba las entradas. Una mujer que iba antes que nosotros se saltó la cerca, así que no nos quedó otra opción que seguirla. Mientras estábamos en eso, nos encontramos con un turista extranjero que también saltó, aunque lo perdimos al poco andar, ya que avanzaba mucho más rápido que nosotros. Al poco andar nos encontramos con un par de bandurrias, con las cuales nos entretuvimos un rato tomándoles fotos.
En nuestro camino, al parecer tomamos la bifurcación equivocada del camino, pues nos topamos con un rebaño de vacas. Una vez llegamos a la parte del sendero que pertenece al Parque Nacional, el clima cambió de golpe. El frío, el viento y el granizo se manifestaban intermitentemente, pero no por ello de forma menos intensa.
Como ya se nos estaba haciendo tarde y toda la gente que nos encontramos bajando mencionaba que el clima más arriba no mejoraba, a los 1200 metros sobre el nivel del mar decidimos descansar antes de emprender nuestra bajada.
Así, terminamos nuestra aventura en el sur, en la que escapamos de las temperaturas de más de 30°C que hubo en Santiago.