Tras dos semanas de recorriendo las intrincadas carreteras de la bahía de San Francisco, nos atrevimos a visitar destinos empezaron más distantes, lo que veremos en esta segunda parte de mi estadía en Estados Unidos.
Parque Nacional Yosemite
La aventura más lejana de este viaje fue nuestra visita al Parque Nacional Yosemite[1]. Por sugerencia de Johnny, otro de nuestros compañeros locales, nuestra búsqueda de alojamiento partió en las cercanías de Mariposa[2], uno de los pueblos cercanos al parque. Aunque dentro del parque hay alojamiento o lugares para acampar, alojar afuera de éste es más barato. Finalmente, conseguimos una cabaña a unos 45 minutos del parque en auto.
Luego de muchas horas manejando (más de 5) y de pasarnos de la entrada a la cabaña y terminar en unas casas abandonadas de juego de terror genérico, por fin llegamos a nuestro destino. Ahí, nos volvimos a salvar de la interacción humana y las llaves de nuestra cabaña nos esperaban junto a una nota.
Día 1: Las cascadas Vernal y Nevada
Una vez adentrados en el parque, notamos dos cosas: hay que pelear por los estacionamientos[3] y teníamos señal de celular, cosa que ni en la cabaña teníamos. Al parecer, se perderían todo el tramo de mercado de los millennials si no fuera así. Con el poder de la señal 4G, partimos nuestra caminata hacia el sendero de la cascadas Vernal[4] y Nevada[5]. Ambas son parte del río Merced, pero la primera está en la mitad de camino hacia la segunda y la dificultad del sendero aumenta en el segundo tramo. Como la opción razonable era tomar la alternativa difícil, nuestra ruta del día comprendía llegar hasta la cascada Nevada.
Aún dada la mayor dificultad del sendero, este es bastante popular y no hubo más de un minuto en el que no viéramos más gente, lo que contrasta con mi experiencia en parques nacionales más solitarios. Esto, sumado a la hora del día a la que llegamos a la cascada Vernal, me dificultó tomar buenas tomas del paisaje. Sin embargo, al llegar a la cascada Nevada, el panorama fue mucho mejor: ya había pasado la luz fuerte del medio día y el espacio era mucho más amplio, por lo que evitar las multitudes era más fácil.
Luego de tomar las fotos para poder decir que allí estuvimos, emprendimos el regreso, para evitar que se nos oscureciera en el trayecto.
Día 2: El Paso Tioga
Para el segundo día, nos aventuramos al área del paso Tioga. Como la caminata del día anterior fue extenuante, elegimos nuestros destinos de modo de solo hacer caminatas moderadas. Así, luego de ayudarnos del mapa de la zona, elegimos como primer destino el Dog Lake[6]. Aunque no es el mejor paisaje del mundo, encontramos una pequeña rana en el lago, la que me entretuve siguiendo un rato para poder fotografiarla.
Aún con lo ligero de la caminata, los siguientes destinos fueron todavía más fáciles: paradas al costado de la carretera. No obstante esta restricción, habían cosas interesantes por ver, como el Lago Tenaya[7].
Para finalizar nuestro recorrido, hicimos una última parada en el mirador de Olmsted Point[8]. En éste habían cuervos grandes paseándose cerca de los autos de los turistas (quizás para robarles >:3).
Y eso concluyó nuestro paseo por Yosemite, luego del cual nos esperaría un lindo en viaje en auto de otras 5 horas.
El último fin de semana
En nuestro último fin de semana, decidimos abarcar lo más posible entre lo que nos quedaba, así que fuimos a dos lugares distintos: El parque de Big Basin y una última vuelta por San Francisco.
Sábado: Big Basin
El parque estatal de secuoyas de Big Basin[9] queda camino hacia las costa desde Silicon Valley, aunque para llegar a él, se debe sortear una infinidad de curvas en caminos no muy amplios (en los que a veces las dos pistas parecen ser una sola). Ese día había lluvia ligera, pero eso no nos impediría ir a caminar, así que partimos a hacer el trekking de una hora más largo de la historia (SPOILER: duró como tres). Como anécdota, podemos contar que en las múltiples curvas que llevan al parque, nos adelantó un auto deportivo rojo, siendo que nuestro vehículo iba cerca de la velocidad permitida y que el piso estaba húmedo. Esto lo cuento yo, porque no sabemos si el conductor de ese puede hacerlo.
Domingo: De vuelta a San Francisco
En esta visita a San Francisco, decidimos recorrer un poco más del centro, así que elegimos como base de operaciones (es decir, como estacionamiento) al Palacio de Bellas Artes[10]. En éste, destaca la cúpula construida al estilo clásico[11], rodeada de un parque con una laguna de respetable extensión. Una vez estacionados, nos dirigimos a almorzar y gracias a la magia arcana de Google Maps, terminamos comiendo pizza.
Una vez repuestas nuestras energías, seguimos nuestra travesía por los cerros de San Francisco, los que no son muy amigables al peatón (bueno, para los autos tampoco). Tras una corto descanso en el parque de Alta Plaza[12] y que uno de los miembros del grupo revisara el marcador del partido del Colo[13], emprendimos la vuelta a nuestro auto. Al acercarnos al lugar de estacionamiento, empezamos a ver los vidrios rotos de otros vehículos, así que nos encomendamos a nuestras deidades paganas favoritas y apuramos el paso. Finalmente, nuestro auto se mantuvo a salvo, por lo que recomiendo a la gente que visite la bahía de San Francisco, nunca dejar sus pertenencias en el auto.
Berkeley
Ya entrada la tarde, nos dirigimos hacia el enemigo natural de Stanford, la Universidad de Berkeley[14], para poder conocer las dos caras de la moneda. Aunque era un fin de semana, al llegar todavía encontramos vida en el campus, en especial grupos de danza urbana, que todavía se encontraban ensayando. Lo que me llamó la atención más fuertemente fue el campanil del campus, que me recordó al de la Universidad de Concepción[15]. Más tarde descubrí que esto era lo natural, pues el campanil de la UdeC se construyó inspirado en el de Berkeley[16].
Puente de Oakland
Por último, cerramos nuestro fin de semana con un recorrido por el puente de Oakland[17]. Si bien, no es tan famoso como el Golden Gate, este puente tiene otros encantos, en especial en la parte de su luminaria. A la mitad del puente, se encuentran las islas de Yerba Buena[18] y la isla artificial Treasure Island[19]. Esta última es una ex base militar y, según nos contaron, aloja múltiples destilerías artesanales, las que no alcanzamos a visitar.
Con otra foto de un puente, despido la última parte de mi paso por Silicon Valley. ¡Hasta la próxima!